Del diseño gráfico al UX: cómo capitalizar lo que ya sabés

Por Camila Speranza. Para quienes están en transición y no quieren —ni necesitan— empezar de cero “Pasar” del diseño gráfico al UX…

Para quienes están en transición y no quieren —ni necesitan— empezar de cero

“Pasar” del diseño gráfico al UX suele venir acompañado de dudas. Dudas sobre lo que sabemos, sobre lo que no, sobre cómo contar nuestra experiencia en una entrevista o armar un portfolio que tenga sentido. A veces sentimos que tenemos que justificar cada paso, o que estamos empezando desde cero. Pero no es tan así.

Muchos de los que venimos del diseño gráfico llegamos al mundo UX con un fuerte foco visual. Nos formamos pensando en composición, color, tipografía, etc. Pero si miramos con atención lo que hacíamos en cada proyecto, vemos que enfrentábamos problemas complejos y encontrábamos formas de resolverlos. Afinábamos mensajes, pensábamos en quién iba a recibirlos, tomábamos decisiones guiadas por el contexto. Eso, aunque no lo llamáramos así, ya era diseñar con foco en el usuario.

Y no solo eso. Cuando nos tocaba traducir una idea abstracta en una pieza clara y comprensible, estábamos haciendo arquitectura de información. Cuando buscábamos que un folleto guiara la mirada de forma natural, trabajábamos con jerarquía visual y flujo de interacción. Y cuando elegíamos un color para que no compitiera con el contenido, estábamos aplicando principios de usabilidad.

Sin saberlo, ya estábamos mucho más cerca del UX de lo que pensábamos.

Lo nuevo que vamos a tener que aprender (y está bien)

Por supuesto, hay herramientas y conceptos nuevos. Vamos a tener que aprender a diseñar flujos, entender qué es un camino feliz y qué pasa cuando algo se rompe. A bocetar wireframes, entender cómo se comporta una interfaz en distintos dispositivos, pensar en sistemas, componentes y variantes. También hay una parte más conceptual: investigación, accesibilidad, métricas, diseño centrado en el usuario. Todo eso se aprende.
Lo que no viene en un curso es la sensibilidad que desarrollamos con los años: para los detalles, para resolver desde lo visual sin perder de vista el mensaje, para actuar como si fuéramos un equipo completo —porque muchas veces lo fuimos—: dirección de arte, redacción, negocio, cliente.

No escondamos nuestra historia

A veces sentimos que tenemos que dejar atrás el pasado para encajar en un nuevo rol. Pero la verdad es que no hay que esconder de dónde venimos, sino todo lo contrario. Nuestro recorrido en diseño gráfico es una gran ventaja.
Cada vez más equipos valoran perfiles híbridos, que combinan mirada estética y pensamiento estructurado. Lo importante es aprender a traducir esa experiencia al lenguaje del UX y mostrar cómo podemos aportar desde ahí.

En mi caso, muchas de las cosas que hoy hago en UX —como pensar flujos, colaborar con research o planificar experiencias digitales— tienen raíz en decisiones que ya tomaba cuando diseñaba marcas, webs, packagings o piezas editoriales.

Cambió el foco, cambió la escala, pero no cambió la esencia: diseñar sigue siendo proyectar y ponerse en el lugar del otro.

No estás empezando de cero: estás mirando desde otro ángulo.

Tu historia también diseña.

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